domingo, 20 de mayo de 2012

                                             AL CAÑUELO

       En el dorado purpura de la tarde campilleja un hilo de plata cose con puntadas de sueño los juegos de un grupo de niños que en torno a las orillas del modesto arroyo y su puente de un solo ojo han hecho de él un escenario ideal para su batalla estelar o la conquista del Oeste. A su lado un cañaveral, que dando nombre al arroyo surte con sus cañas a la chiquillería de toda suerte de armas fantásticas, bastones ocasionales o pipas improvisadas, mientras en la otra orilla la huerta de Dominguito se vé abrazada por el cinturón de plata del arroyo, y sus siembras y animales se dejan ver por entre el seto de cañas que bordea la huerta. Se ha dormido el sol tras la lejana sierra de Hornachos, y las primeras estrellas apuntan sobre el techo del cielo encendiéndose las luces en el salón de estar de Dios. En el silencio del atardecer tan sólo las ranas rompen con su eterno croar la calma reinante, mientras la luna se asoma por entre viejas encinas y añosos olivos, poniendo velo de plata a un mundo que duerme entre sábanas de agua y almohada de cañas verdes. Van llegando poco a poco los vecinos del pueblo que trabajan en el campo, a lomos de animales, los menos, en tractores, motos y coches los más, de recogida de un día de afán por los campos de Dios, y ponen luz fugaz los faros a la cinta negra del asfalto de la carretera. Unos pasos lentos, unas voces susurrantes, se han acercado hasta el viejo puente, que ahora permanece  mudo en la penumbra de la noche. Se entrecortan las voces y los pasos se adentran entre las cañas y las encinas. Flota en el aire un olor a emociones contenidas, mientras el aire helado corre entre las ramas de los árboles. El campo en silencio y en calma, el cielo oscuro y  tachonado de estrellas son testigos de un amor que se cobija en los brazos amorosos de la luna llena, que pone velo blanco a su intimidad más profunda. Otros pasos, otras voces, se acercan  hasta el viejo puente para, sentados en su pretil, hablar de mil cosas, mil conversaciones que se pierden en el  universo oscuro  del puente con  un solo ojo y el murmullo del arroyo. A lo lejos se han encendido las luces del pueblo, que tiemblan bajo la niebla de la helada, y alumbran pálidamente el camino de regreso. A ambos lados de la carretera, al cobijo de viejas paredes, otras parejas se declaran su amor ignorando el frío, envueltos en la sábana de seda  del ecuador de sus corazones. Invierno en el Cañuelo, con noches frías de heladas ardientes, primaveras entre cañas verdes, con alfombra de hierba en los pies, verano de fuego, con cañas secas y arroyo árido y desértico, otoño de oro entre nueces y hojas secas. Cuatro estaciones plenas de vivencias hoy dormidas, de un arroyo y un viejo puente que fueron a la vez compañeros y cómplices, lugar y origen de un sentimiento que, hoy lejos, nos desborda. Tú Cañuelo, como el río de la vida pasaste junto a nosotros dejando nuestras almas impregnadas de ti. A tu lado yacen dormidas nuestra infancia y juventud, esparcidas en tus orillas amigas. Desde un océano de ausencia te recuerdo, y en eterno agradecimiento he  prendido  un beso de plata y una lágrima de amor entre tus cañas eternas.-



 
                                               http://youtu.be/HBWgzp2Jj98

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