jueves, 10 de mayo de 2012

                                 A SOLAS CON EL MAR


Hoy llegó hasta mi ático el eco de la voz del mar y decidí ir a verlo como a un buen amigo. Estaba tranquilo, tumbado en su inmensa cama de agua, tan sólo alguna gaviota madrugadora miraba el espejo de plata buscando su alimento.

A lo lejos, la silueta nebulosa y gris de un barco rompía la línea curva  y difusa del horizonte lejano. El sol nacía entre sábanas de plata y dibujaba con el pincel de sus rayos abstractos en rosa y oro entre nubecillas de algodón.

 Me senté en la arena y empecé a escuchar al amigo, porque el mar también tiene sentimientos. Ama a los barcos y a los marineros, aunque a veces, como hembra herida de celos se lleva a sus amantes para siempre.

 El mar habla con la arena de la playa, en el rompeolas, en las rocas, y escribe su paz y su calma, y su enfado y su ira, con un suave acariciar la arena o furioso contra las rocas.

Me habló, escribiendo en la arena, con suave murmullo de olas, y me contó historias de otras playas y otras orillas, y otros mundos que él conoce. Y le escuché mientras  mi mirada se perdía en el horizonte infinito y mi mente viajaba al compás de las olas, mientras el tiempo volaba sobre nosotros sin darnos cuenta. 

Y  le hablé de otro mar, tierra adentro, del cuál yo venía. Un mar también inmenso, de trigo y encinas, con olas de espigas y espuma de amapolas, otro mar con rompeolas de álamos y arena de barbechos.

 Un mar, mi mar, con barcos de arado y pescadores de trigo y avena, centeno  y cebada, con redes de escoplo y vertedera, donde cada mañana, cada día de sus vidas se enfrentan a las olas caprichosas de las inclemencias del tiempo y a la bonanza de la buena cosecha.

 Otra orilla que añoro y que sueño en la noche oscura de la distancia, con la barca del deseo varada hasta la singladura del volver. El mar me oyó y yo le escuché, los dos sabemos de caminos, de soledades, de Amistad.

Como  amigo y compañero acarició mis pies, una vez más, y en abrazo fraterno me llegó el agua de sus manos a la cintura. Al volverme para decirle adiós una ola inmensa se estrelló entre las rocas. Era el adiós  de un amigo, el mar, con su pañuelo blanco de espuma.


                                      Imagen bajada de le red

                                       http://youtu.be/krYdBlKnwSM


2 comentarios:

  1. Siempre la brisa del mar y tus sabios consejos me hacen navegar hacia horizontes nuevos llenos de bondad y ternura. Me alegro de haberte conocido compañero de viaje

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  2. Amigo mío, en esta singladura de juntar letras siempre serás bien recibido,y en la cubierta de mi folio hay un sitio para ti. Un honor conocerte.

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