miércoles, 9 de diciembre de 2015


                                                     AQUELLA NAVIDAD
Contaba Diciembre sus primeros días en el calendario, el frío recorría las calles casi vacías mientras el ocaso pintaba de atardecer las puertas de la noche. Como cada tarde un grupo de niños se ha reunido en la Plaza de la Fuente de la Bellota. Centro de juegos infantiles y escenario del transcurrir de mil vidas, aquella tarde, una más, se fué llenando de voces y risas, de juegos infinitos llenos de alegría.
A la luz de una farola de acero con tres focos, la plaza se hizo, un día más, el teatro de los sueños donde escribir sonrisas al calor de la infancia. El tocadé, los santos, los cuatro árboles o esquinas, aceitero – vinagrero, y mil juegos más formaban repertorio en la mochila de la ilusión. Cómo una pieza más en el puzzle de los juegos, la vieja Fuente de la Bellota sonreía con voz de granito y agua eterna. A su lado los rosales recién plantados guardaban bajo sus hojas nacientes las promesas de sus capullos aún dormidos, aguardando la tibia caricia del sol de febrero.
En una esquina, como ajena, una cabina de teléfono esperaba con su puerta abierta ansiando esa llamada nunca hecha o que nunca llega. A los lados de la plaza unos bancos de metal ayudan a descansar,  y son punto de reunión para contar y oir historias a la luz de mil memorias.
Y en el centro de la plaza, como reina y señora, una imponente acacia mimosa, sonreía en verde turquesa con las voces de los niños. Amiga y cómplice, aliada y compañera, extendía sus brazos vegetales para abrazarnos con la tierra madre y cobijarnos a la sombra de sus hojas eternas.
Aquella tarde la acacia lucía especial. Aparecía radiante, con luces de colores por sus ramas, era aún más grande y hermosa. Todos los niños hicimos un corro entorno a ella mientras cantábamos villancicos, llenando el aire de fiesta y alegría.
Aquella Navidad fue testigo y protagonista de noches de ilusión y música a la luz de sus bombillas de colores y sus hojas de verde eterno. Y fue testigo del paso de una familia camino del cobijo de un portal, y fue faro en el caminar de Tres Magos que buscaban la Luz recién nacida.
Y una tarde infausta unas hojas amarillas y secas llenaron de tonos ocres su manto verde, y luego fueron más y más aún. Nuestra amiga la acacia se estaba secando, sin nosotros saberlo nuestra amiga agonizaba sin remedio. Una mañana de Enero, gris y lluviosa como el olvido, su cuerpo sin vida oscuro y muerto se retiró de la plaza, llenando de vacío y soledad  su hueco eterno.
Hoy, muchos años después, su imagen y su recuerdo reviven en mis letras, mientras sus flores amarillas  perfuman su memoria cada Navidad en la Plaza de la Fuente de la Bellota.  
 
 
                                              https://youtu.be/ukDSju1u1_I

4 comentarios:

  1. Precioso el recuerdo de aquella mimosa, lástima no tener fotos de aquellos días, allí, a su alrededor, donde tantas veces jugamos mientras ella, rebosaba vida y color, como un resplandeciente sol en la Plaza.
    ¡Qué bonito Juanjo!

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  2. Muchas gracias María. La auténtica belleza es que su recuerdo ha hecho leer ésta vivencia. A veces juntar letras es sencillo cuando se abre el corazón de par en par. Gracias, una vez más, por venir a revivir.

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  3. Bonito relato, amigo. Un placer visitar tu blog.

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  4. El placer es mío al recibir tu visita. Un honor contar contigo. Gracias por venir, un abrazo amigo.

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