UN INSTANTE
Hubo una vez un instante, un momento supremo, efímeramente
fugaz, sutilmente infinito, que se quedó prendido en un espacio sin tiempo, en
un lugar indefinido, allí donde sólo llega el corazón. El tiempo paró su pasar,
paró sus pasos con zapatos de tic tac, su caminar redondo en una esfera que se
hizo cómplice, y borró sus números para evitar ser momento, ayer o mañana. El
viento durmió su voz de hielo y fuego y se hizo brisa, y cantó canciones de
colores con voces de primavera, con paisaje de arroyo de cristal y cañas
verdes, con lámpara infinita de luna llena.
Las calles apagaron su diario caminar por senderos de gris y
asfalto, y extendieron al aire de la tarde
los folios en blanco de mil paredes encaladas, y guardaron tras cada
esquina el color del día entre mil aromas de oro y fuego. El cielo vistió traje
de púrpura y seda para decorar el paso de la tarde de la mano de la noche. Y
así vistió de horizonte el murmullo azul lejano de una colina en añoranza.
La música cerró con velo oscuro de golondrinas en vuelo el
verso sonoro de mil rimas en el aire, con letras irisadas de mil trinos
escritos en el pentagrama de la tarde. Momento sutil, efímero y fugaz, supremo
e infinito, que quedó anclado en la arena oscura de un deseo encadenado. El mar
sin ribera de los sueños a contravía, la melodía transparente de unas manos en
espera, la rosa encarnada de unas mejillas encendidas en la orilla de un beso,
la súbita alborada de unas letras por decir, espejos sin forma, letras a la
espera en el folio de un sueño.
La tarde se ha hecho anhelo y se ha sentado en una esquina
del día, y se ha iluminado de repente como esperando. Mientras el instante se
ha hecho infinito, efímeramente fugaz, sutilmente transparente, una mirada de
miel y ocaso ha escrito un deseo encadenado con letras imposibles en un folio
de blanco anhelo, en la sutil transparencia de un sueño de tres segundos.
Imagen bajada de la red
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