DESNUDO BAJO LA LLUVIA
Le habían invitado a
una fiesta y, aunque no era amigo de saraos, había decidido ir. Era una fiesta
de letras, donde se darían cita muchos como él, muchas letras con mil formas y
colores diferentes, y otros mil temas tratados o por reflejar. Como condición
de entrada habían impuesto vestir traje y un escrito con las letras más
sinceras de cada repertorio personal.
Rebuscó entre decenas de vivencias, y vio letras de verde
esperanza, con olor a mayo en flor y canciones de jilgueros enamorados a la sombra
de un limonero. Vio letras de secano y amapolas, cuando el fuego de agosto
pasea por trigos recién segados y soñolientas encinas.
También vio letras vestidas de otoño y ocre, con suelo
alfombrados de sueños eternamente dormidos tras el paso del tiempo. Y vio
letras con formas de frío y escarcha, con viento helado en sus espaldas y
llanto de nubes grises en sus ojos, y voces de trueno y relámpago.
Sacó de su mesa un cuaderno de tapas azules donde guardaba
todas sus vivencias, y buscó entre sus páginas aquella que creía su mejor
espejo ante la mirada inmaculada de un folio. La dobló son sumo cuidado y la guardó en un sobre.
Ahora era el momento de elegir el traje para la fiesta. Miró
en el armario y vio uno de color gris, usado en momentos apagados, allí donde
se imponían la lluvia y el silencio, la ausencia y el recuerdo. Compañero ideal
de viajes por el interior de uno mismo a
la luz de una candela y rumor de lluvia tras el cristal de la tarde.
Tenía también un traje en tono naranja, ideal para esos
momentos en los que la felicidad desborda los límites de un folio, donde cada segundo
es un arco iris de emociones, y las letras se unen en un corro infinito para
guardar sensaciones entre sus manos.
Y luego también tenía el más elegante pero también el más
usado, un traje hecho de cristal transparente. Válido en cualquier momento y
situación, dejaba ver su alma transparente y cómo latía en azul su corazón
líquido. Tras dudar unos segundos eligió el traje de cristal, y al momento de
ponérselo sintió aquel roce cristalino y seductor de una transparente caricia.
El tiempo se le echó
encima, y guardando el sobre con sus letras en un bolsillo, salió hasta la
calle. Al abrir la puerta vio cómo la lluvia escribía poemas de gris y agua en
el folio de las calles. Llovía sin cesar sobre aceras que se hacían espejos de
un llanto infinito, que vestía de gris y agua el cielo de la tarde. Sin tiempo
de volver se cubrió con su capuchón azul y corrió para llegar a la cita.
Con los ojos semicerrados para evitar la lluvia, apenas pudo
ver aquella hoja de un árbol que yacía empapada bajo sus pies. Al pisarla
resbaló y cayó cuán largo era, y sintió como se rompía en mil pedazos su traje
de cristal.
Se levantó del suelo con el cuerpo dolorido. Recogió el sobre
con sus letras y se encaminó a la cita. Y así, desnudo bajo la lluvia, enfiló
el camino hacia el encuentro con otras letras, al borde de un folio en blanco.
Imagen bajada de la red
No hay comentarios:
Publicar un comentario